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  • Ludwig V. Burkes

Por qué La Élite conquistó el mundo: eugenesia

Actualizado: 21 dic 2021

Ver documental de James Corbett "Why the Big Oil Conquered the world: Part I" subtitulado en español...


Continuamos siguiéndole el rastro a los orígenes de esta distopía que estamos viviendo. Si bien el control del mundo es un sueño tan antiguo como la propia humanidad, este sueño no se pudo realizar hasta que se dieron ciertas condiciones: un poderoso imperio, como el británico del siglo XIX, la Revolución Industrial y su consiguiente revolución tecnológica, y el desarrollo del petróleo como fuente casi milagrosa para todo.


El proceso de enriquecimiento previo y posterior acaparamiento de poder que se desarrolla en Europa de una manera lenta a lo largo de siglos, partiendo de la Banca, se reproduce en América del Norte de manera acelerada a partir de la segunda mitad del XIX con el petróleo. La élite europea parte de la banca y se hace con el petróleo. La americana parte del petróleo y se hace con la banca.


Ya vimos en “El comienzo del asalto final: otro Nuevo Orden Mundial” como los oiligarcas se hicieron con el poder de la economía, la moneda, la enseñanza, la sanidad, la alimentación, etc. En esta entrada presentamos la primera parte de su documental “Por qué el Big Oil conquistó el mundo” donde analiza el fenómeno de la eugenesia.


Con la llegada del siglo XXI, el poder del petróleo parecía ponerse en entredicho. El movimiento de las energías renovables, armado con la convicción de estar salvando el planeta de la devastadora acción del cambio climático provocado por los hidrocarburos, parecía amenazar muy seriamente al poder del petróleo y el carbón, hasta el punto de que los oiligarcas entonaban el “mea culpa” y comenzaban a desinvertir en combustibles fósiles. La gente celebraba la aparente caída de la oiligarquía sin darse cuenta que a ésta el petróleo en sí le importaba muy poco. El petróleo era una herramienta para alcanzar un fin: el control sobre la población mundial.


Cuando queremos controlar algo, lo primero que nos suele preocupar es su tamaño. “La Élite” siente que el principal problema del planeta es la superpoblación. Tanta chusma ensucia el ambiente y agota los recursos naturales. Entendamos esto bien. Para la élite, la inmensa mayoría del planeta es chusma, incluyendo, por supuesto, a la práctica totalidad de las “aristocracias” regionales y locales.


Pero, paradójicamente, un proyecto de reducción drástica de la población mundial no se puede implementar sin la ayuda de la propia población mundial. Necesitan soldados, policías, y personal “veterinario” que ejecute las medidas de despoblación. Así que hay que empezar por algún sitio, apoyándose en la mayoría de la población, y que mejor sitio es ese que el de los deficientes físicos y psíquicos, y los considerados enemigos del pueblo. Luego habría que buscar la manera en la que esa mayoría de población colaborante se auto-eliminase ella misma. En la actualidad estamos ya en esa fase.


Muchos dirán que la eutanasia, el deseo de eliminar a los defectuosos (enfermos, mal formados, deficientes mentales, etc.) es una perversión del espíritu muy rara y por lo tanto, incapaz de mover a suficiente gente como para provocar cambios apreciables en la conducta de la sociedad. Sin embargo yo pienso que en toda persona está la semilla de los sentimientos eugenésicos. Semilla que hay que aplastar para evitar que germine si uno no quiere terminar convirtiéndose en un monstruo. Por suerte, la psique humana tiene recursos suficientes para esterilizar esa semilla. La empatía es quizás el principal. Apuesto que la mayoría de los padres de niños deficientes físicos y mentales experimentó un cambio radical en su manera de ver y sentir a estas personas después de tener a sus hijos.


Creo que el primer paso para ver a los semejantes como prescindibles es verlos como molestos. Durante más de cinco años viví a las afueras de Jimena de la Frontera, en el sur de España, en un sitio donde no había apenas luces eléctricas. Un montículo rocoso nos separaba del pueblo dejando mi zona a oscuras en la noche. Cuando yo llegaba a casa de noche y apagaba las luces del coche, el espectáculo de las estrellas era impresionante. Me solía quedar unos minutos contemplándolas disfrutando del momento. Cuando ya me saciaba, iba a la puerta y encendía mi foco de 500 vatios y a mis cosas, mariposa. Con el tiempo, apareció un vecino que construyó una casa cerca, con lo que la oscuridad empezó a disminuir. Más tarde, otro. Luego el ayuntamiento construyó a la vera de la carretera un camino para paseos y lo electrificó. Por esa época se iluminó el Castillo con potentísimos focos que ocultaban en buena manera las estrellas. Cada vez que detectaba una luz nueva me llevaban los demonios y despotricaba de la insensible raza humana, incapaz de darse cuenta del crimen que estaba cometiendo. Un día, tras sufrir un ataque de ira al detectar por la ventana del cuarto de baño una nueva luz en los alrededores, de pronto lo vi claro: tenía que irme a vivir a Berlín, a París, a cualquier sitio donde la instalación una nueva bombilla pasase desapercibida por completo. Pude comprender que yo había sido, quizás, el primero en cometer ese supuesto crimen que yo achacaba a mis vecinos. ¿Qué hubiera pasado si yo hubiese tenido el poder de quitar de en medio a aquellos molestos vecinos?

Si somos honestos con nosotros mismos, reconoceremos que la humanidad está bien abonada para el cultivo de la eugenesia(1), sin necesidad de implantar un régimen nazi. El embrión de cualquier monstruo imaginable está presente en nuestra sangre. Responsabilidad de cada quien es no dejarlos germinar.


La eugenesia está basada en la idea “científica”(1) de la transmisión hereditaria, genética, de las características, no ya físicas, sino psíquicas y conductuales: los criminales tienden a tener hijos criminales, los estúpidos hijos estúpidos, dicen. Aquí se pone, una vez más, de relieve la dependencia servil y rastrera que todas las actividades intelectuales tienen de las clases poderosas. Los artistas, músicos, escritores, historiadores y científicos, tras su fachada de buscadores de la verdad y la belleza transgrediendo y rompiendo tradiciones, la mayoría de las veces no son sino bufones de los poderosos del momento, de los que reciben solícitos sus dádivas.


La ciencia tiene mucho de lo que arrepentirse y por lo que pedir perdón. Desde las guerras napoleónicas para acá, no hay barbaridad cometida por la humanidad que no haya tenido el respaldo de los científicos de su momento. Si se le pregunta a los científicos sobre el papel de las guerras, los más responderán que éstas sirven para el progreso de la humanidad, y se quedan tan panchos. El científico, el técnico, están bien dotados para los estudios y se sienten por ello superiores a la mayoría de los humanos. Son un buen caldo de cultivo para la eugenesia.


Hoy en día vemos a la genética como una rama del estudio seria, fuertemente basada en la evidencia experimental y en conocimientos ya consolidados. ¡Vamos! eso que llamamos “ciencia”. Pero la genética es una evolución gradual de la eugenesia. De hecho, tras la mala prensa que los nazis dieron a la eugenesia después de la 2ª Guerra Mundial, ésta cambió de nombre y pasó a llamarse biología molecular. Sin duda un nombre muy respetable en nuestros días. Los eugenesistas se basaban en las ideas de Mendel, de Spencer, de Darwing. Buscaban el sustento material de la transmisión hereditaria de las características de las personas, sustancia a la que llamaban “germoplasma”. Se inventa un concepto de la nada, se le empaqueta en un palabro derivado del griego, y, vualá, adquiere el rango de científico. Visto desde ahora, el germoplasma no es más que una patochada ¿Serán los genes algún día vistos de la misma manera?


Charles Davenport, un científico biólogo impulsor de la eugenesia declaraba sin ambages:

“La sociedad debe protegerse a sí misma; así como reclama el derecho de privar al asesino de su vida, así también puede aniquilar a la espantosa serpiente de protoplasma desesperadamente vicioso"(2).


En los locos años 20, prácticamente todo el que se consideraba alguien en Estados Unidos, estaba plenamente convencido de la sensatez de la eugenesia. Los científicos alemanes, cuyo mundo habían destruido las élites eugenésicas anglosajonas (ver Los orígenes ocultos de la 1ª Guerra Mundial) encontraron refugio en los brazos de sus propios verdugos, y aprendieron toda la filosofía eugenésica, que luego impregnaría el pensamiento nazi, en Estados Unidos.


Casi todos los “grandes personajes” que hemos aprendido a venerar fueron convencidos eugenesistas. Como muestra curiosa de ello, citaré a Graham Bell, supuesto inventor del teléfono, quien pide al gobierno que impida a los sordos procrear. Creo que éste es uno de esos casos donde se empieza viendo a alguien como una molestia (a los sordos es difícil sacarle réditos con su invento) y se acaba con un deseo firme de eliminarlo.

El mundo de las letras no se libra de esta influencia maligna. Bernard Shaw, del que he leído alguno de sus obras con deleite, y que fue condecorado con el premio Nobel de literatura declaraba públicamente cosas como:


Pero hay un número extraordinario de personas a las que quiero matar. Sin ningún espíritu cruel o personal, pero debe ser evidente para todos ustedes, todos deben conocer a media docena de personas, al menos, que son inútiles para este mundo. Que crean más problemas de lo que valen. Y creo que sería bueno hacer que todos se presenten ante una junta debidamente designada, tal como lo haría ante la agencia tributaria, y, digamos, cada cinco años, o cada siete años, simplemente ponerlo allí, y decirle: "Señor o señora, ¿será tan amable de justificar su existencia?". Si no puede justificar su existencia, si no está tirando del carro por lo que sea, si no está produciendo tanto como consume, o quizás un poco más, entonces, claramente, no podemos usar la gran organización de nuestra sociedad con el propósito de mantenerte con vida. Porque tu vida no nos beneficia y no puede ser de mucha utilidad.”(3)


No se cortaba un pelo. Puede escucharlo directamente de sus labios en esta grabación…



Es también llamativo como en aquellos años, los defensores de los sistemas públicos de salud, como Tommy Douglas, hoy en día tan venerado en Canadá, no ocultaban sus intenciones de control poblacional. En la entrada “La Gran Solución Final” termino preguntando por el papel que los sistemas de salud nacionales tendrán en esta distopía. Viendo cómo pensaban sus creadores, no es difícil de saber ¿verdad?


Para mí son especialmente estremecedoras las palabras de Madison Grant, director de la Sociedad Americana de Eugenesia, refiriéndose a la “santidad de la vida humana” como una errónea creencia sentimental. Una vez que se elimina del credo personal la “santidad de la vida humana” todo está permitido. Es el reino de Satán.


Pero vemos en el documental cómo, sabedores de que la pena capital era difícil de aceptar por el común de la gente, la estrategia de los eugenesistas cambió por el de la esterilización. Es menos rápida pero a medio plazo igual de efectiva. Aun así, la esterilización era también una píldora difícil de tragar y se estaba llevando a cabo a un ritmo lento debido a su aparente anticonstitucionalidad. Es tremendamente instructivo ver la manera cómo consiguieron salvar este escollo, declararla constitucional e implantarla en todo el país. Buscaron un caso local, el de la pobre Carrie Buck, la primera condenada a esterilización por los tribunales de Virginia, y fingieron defenderla de tal condena financiando costosos recursos hasta llegar al Tribunal Supremo, impregnado de eugenesistas, que terminó fallando en su contra y declarando la ley constitucional. La historia de Carrie Buck no puede ser más conmovedora, pero en aquel ambiente nadie se apiadó de ella.


Para aquellos que en la presente situación escuchan a abogados, médicos, políticos abogar por la aprobación de leyes orgánicas que regulen las medidas, implicando que si algo está legislado ya no es un problema, les invito a reflexionar sobre el caso de Carrie Buck. Las leyes, por sensatas que sean y bien escritas que estén, son interpretadas por personas. Además esas leyes pondrán condiciones que también tendrán que ser evaluadas por personas. De los nueve jueces del Tribunal Supremo, ocho determinaron que había que esterilizar a la pobre Carrie en contra de todas las evidencias a su favor. Entre las evidencias en contra de Carrie, estaba la declaración de una trabajadora social acerca del hijo que Carrie tuvo tras ser violada por un sobrino de sus padres adoptivos: "hay una mirada que no es del todo normal, pero no puedo decir lo que es".


El redactor de la sentencia de Carrie Buck, Oliver Wendell Holmes Jr., un eugenesista empedernido, no pudo dejar más claro el sentimiento que impregnaba al Tribunal:


"Es mejor para todo el mundo si, en lugar de esperar a ejecutar a los descendientes degenerados por un delito o dejarlos morir de hambre por su imbecilidad, la sociedad puede evitar que aquellos que son manifiestamente incapaces de continuar con su especie. El principio que sostiene la vacunación obligatoria es lo suficientemente amplio para cubrir el corte de las trompas de Falopio”, declaró antes de concluir infamemente:“ Tres generaciones de imbéciles son suficientes(4)”.


Llamo la atención sobre el hecho de que fue el “principio que sostiene la vacunación obligatoria”, metido con calzador en la jurisprudencia del momento, el que les daba pie a implantar la esterilización. Cuando dejas pasar una, ten por seguro que detrás vendrán otras más gordas.


Para aquellos que estén esperanzados en unos segundos juicios de Nuremberg o algo similar, les animaría a pensar sobre estos hechos del pasado. Los tan cacareados Juicios de Nuremberg tuvieron mucho de farsa e incluso de tapadera de todo lo que estamos contando en esta entrada.


La historia James Corbett “por qué el Big Oil conquistó el mundo” sigue con otros dos capítulos, que estoy subtitulando en español. Para aquellos que entiendan bien el inglés, pueden verlo en:



(1) Según el RAE: “Estudio y aplicación de las leyes biológicas de la herencia orientados al perfeccionamiento de la especie humana”. No deja de ser llamativo el carácter eufemístico de esta definición. Obsérvese el intento de justificación científica del asunto: “leyes biológicas”, para escribir un libro.


(2) “Society must protect itself; as it claims the right to deprive the murderer of his life, so also it may annihilate the hideous serpent of hopelessly vicious protoplasm.”


Charles Davenport.


(3) But there are an extraordinary number of people whom I want to kill. Not in any unkind or personal spirit, but it must be evident to all of you — you must all know half a dozen people, at least — who are no use in this world. Who are more trouble than they are worth. And I think it would be a good thing to make everybody come before a properly-appointed board, just as he might come before the income tax commissioner, and, say, every five years, or every seven years, just put him there, and say: "Sir, or madam, now will you be kind enough to justify your existence?" If you can't justify your existence, if you're not pulling your weight because you won't, if you're not producing as much as you consume, or perhaps a little more, then, clearly, we cannot use the big organization of our society for the purpose of keeping you alive. Because your life does not benefit us and it can't be of any much use.


Bernard Shaw.


(4) "It is better for all the world if, instead of waiting to execute degenerate offspring for crime or to let them starve for their imbecility, society can prevent those who are manifestly unfit from continuing their kind. The principle that sustains compulsory vaccination is broad enough to cover cutting the Fallopian tubes," he declared before infamously concluding: “Three generations of imbeciles are enough."


Oliver Wendell Holmes, Jr.

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