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  • Ludwig V. Burkes

Las mentiras iatrogénicas de la ciencia como el colesterol.

Actualizado: 6 mar 2022

Uno de las muchas líneas de negocio muy lucrativas de la farmafia es el colesterol. Lucrativa para la industria farmacéutica y para los abogados, porque un goloso pellizquito de la tarta se destina a litigar contra los damnificados por estos tratamientos. Pero a pesar de las apabullantes cifras que la farmafia gasta en indemnizaciones por sus tropelías, la tarta es tan grande que sigue siendo un negocio redondo.


Robin Baker, en su libro “Fragile Science. The Reality behind the Headlines”(1) nos muestra que, a pesar de unas débiles correlaciones en estudios iniciales, no existe evidencia sólida alguna de que las enfermedades coronarias estén vinculadas al consumo de grasas ni a la cantidad de colesterol en la sangre. Los masáis y samburus de África, por ejemplo, se alimentan prácticamente de carne y leche de cebú, aún más grasa que la de vaca, y tienen niveles de colesterol bajísimos en sangre. Pero los “mete miedo” seleccionan cuidadosamente los pocos estudios que dan una leve correlación para, exagerándola y presentándola como prueba de causa-efecto, seguir cosechando fuertes beneficios con la venta de medicamentos y tratamientos para reducir el colesterol.


Sin embargo hay un hecho estadístico incuestionable que hace posible todo el engaño: en los accidentes vasculares, suele haber mucho colesterol de por medio, y la mayoría de los factores que potencian las patologías coronarias (diabetes, obesidad, tabaquismo, etc.) están asociados con altos niveles de colesterol. Es decir, que no siempre que hay colesterol hay problemas, pero siempre que hay problemas hay colesterol.


Una más que plausible explicación sería que los problemas vasculares se deban a otra causa, como pudiera ser inflamación e irritación de los vasos sanguíneos provocadas por el tabaco, la obesidad, la diabetes y demás, y que el colesterol venga a combatirla. Lo que significaría que el colesterol, lejos de ser el villano de la película sería el héroe salvador. No recuerdo en qué libro leí que si una inteligencia completamente extraña a la nuestra descubriera el planeta Tierra y tratase de entender cómo funciona este planeta, tarde o temprano algún doctorando terminaría escribiendo una tesis sobre las causas de los accidentes de circulación, proponiendo como causa más probable los vehículos con sirena, ya que en el 99.99% de los accidentes analizados, se detecta una alta concentración de este tipo de vehículos.


Sé que cuesta trabajo disociar la pringue de los problemas de corazón, pero hagamos el esfuerzo mental de imaginarnos éstas dos situaciones: la primera un hombre obeso para reventar comiéndose una hamburguesa triple con mucho queso sentado en un sofá viendo telebasura; la segunda un atleta cachas de pie metiéndose entre pecho y espalda la misma hamburguesa tras haber corrido veinte quilómetros sin parar. Apuesto a que casi todos pensamos en la primera estampa cuando asociamos colesterol con infartos de miocardio.


El corazón de un masái, harto de manteca, era(3) capaz de enfrentarse a un león sin que le saltasen las válvulas y los manguitos por los aires. Mi suegro, hombre de campo, solía decir que el pan y el tocino no engordan, porque cuando ellos eran jóvenes comían todos los días, a todas horas, pan, tocino y garbanzos, y se les veían las costillas. El masái y mi suegro tenían en común que juzgaban la realidad por su contacto con ella y no por lo que veían y oían decir en la televisión.


Lo cierto y verdad es que el colesterol es un elemento esencial para el funcionamiento del cuerpo siendo importantísimo para el aislamiento e impermeabilización de las células, especialmente las células nerviosas. El cerebro es casi todo colesterol. No es de extrañar que los tratamientos anticolesterol suelan provocar pérdida de memoria.


La triste realidad es que estamos atiborrados de pastillitas para todo, y mucha gente tiene que tomar pastillitas para "controlar" el colesterol. Entre ellos está mi hermana que, preocupada con este tema, me pidió que le subtitulara un vídeo del doctor Paul Mason titulado “The dark history of statins - from causing cancer to billion dollar lawsuits”(2) y que les dejo aquí para que lo vean.




El caso del colesterol y de las estatinas comentados antes no es más que uno de los miles de ejemplos de mala ciencia empleada para trasquilar a los seres humanos de a pie. Además del libro antes mencionado de Robin Baker le recomiendo “Las mentiras de la Ciencia” de Federico de Trocchio y “The Illusion of Evidence-Based Medicine: Exposing the crisis of credibility in clinical research” de Jon Jureidini.


Yo tengo claro que una cosa es la ciencia y otra los científicos. La ciencia es un concepto abstracto que todos creemos tener claro pero que no es tan fácil describir. Cuando se habla de ella, a veces nos referimos a un método de búsqueda de la verdad, otras al propio proceso de búsqueda y otras al conjunto de conocimientos obtenidos. Si yo tuviera que dar una definición, diría que la ciencia es el conjunto de conocimientos derivados de la evidencia empírica y conectados entre sí por las leyes de la lógica, capaces de predecir con éxito el resultado de ciertos experimentos con independencia del actor, el tiempo y el lugar. Para mí el método o el trabajo concreto realizado son irrelevantes. Pero ¿y los científicos? Gente con bata blanca. Más no podría decir. Dentro de esas batas blancas hay de todo como en botica.


¿Cómo es posible que tenga una idea de ciencia y científicos tan distintas? Pues porque la primera pertenece al mundo de la fantasía y los segundos al de la realidad. La lógica, la metrología, las matemáticas pueden tratar fenómenos muy simples como el movimiento de una canica en un ambiente tranquilo y cosas así. Cuando tratamos de estudiar sistemas más complicados, como en biología, economía, psicología, sociología y demás, estas herramientas se quedan muy, pero que muy cortas, y de la misma manera que viendo el cielo de noche uno puede seleccionar las estrellas que quiera para formar la figura esquemática que se le antoje, obviando todas las demás, ante un fenómeno real, con infinidad de factores mutuamente interrelacionados, uno puede escoger entre una infinidad de cadenas de sucesos distintas para llegar a la conclusión deseada.



En la entrada “Las inevitables mentiras de la ciencia universitaria” de mi blog “El Mundo de Freeliberto” trataba este tema y presentaba un artículo de Ronald Bailey titulado "Most Scientific Findings Are Wrong or Useless". La mayoría de los hallazgos científicos son erróneos o inútiles. Demoledor.


Los científicos no se comportan muy diferentemente de los religiosos: ambos parten de dogmas. A los primeros les tranquiliza que esos dogmas provengan de otros científicos, a los segundos les basta con que desciendan de Dios. En cualquiera de los casos, la base de sus creencias es una autoridad. Pero los científicos se enojarían si leyesen estas palabras porque dirían que lo que los diferencia de verdad es el resultado y no el origen del conocimiento. Si el avión vuela es que la ciencia es sólida ¿verdad?


Bueno, la máquina de vapor es anterior a la termodinámica. Los logros tecnológicos del pasado no se debieron a la ciencia, más bien al contrario. Los hermanos Wright eran muy sistemáticos y buenos experimentadores, pero no está claro que entendiesen bien las matemáticas de la aerodinámica. Pero en el caso del avión el objetivo estaba claro, elevarse, dirigirse a un punto, y aterrizar sano y salvo, sin embargo con las ciencias médicas las cosas no son así, y el mero hecho de saber si ha funcionado o no es en sí un problema muy complicado. Lo es solo saber qué se entiende por haber funcionado ¡imagínense!


Con todo esto en la cabeza cuesta mucho menos creer a Paul Mason cuando nos cuenta que la historia del “patógeno” colesterol empieza con un experimento absurdo que luego, una vez puesta en marcha la maquinaria “investigadora”, nadie revisa: se atiborra de colesterol animal a un herbívoro hasta que se atascan sus pobres arterias y se dictamina que el colesterol es el causante de la arterosclerosis, punto. El experimento se convierte en el dogma de los guerreros anti-arterosclerosis, que dan por sentado que algún científico del pasado dejó bien sentadas las bases. Mientras más se piensa sobre los problemas de la experimentación, más convencido se está de que la realidad no se puede atrapar en un laboratorio.


Pero como se ve con esta historia de las estatinas, de todas las posibles lecturas que se pueden hacer de un experimento multifactorial, unas tienen más incentivos para su selección que otras y, a la larga, las bien incentivadas serán las que salgan a la luz. Da igual que los investigadores de Sankyo tiraran la toalla viendo el veneno que estaban fabricando. Da igual que sus colegas competidores de Merck siguieran sus pasos poco tiempo después. De entre todos ellos rezumaría aquél con menos conciencia y más avaricia que regaría con promesas de pingües beneficios la codicia de sus amos. Poderoso caballero fue, es y siempre será Don Dinero.


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  1. La ciencia frágil. La realidad tras los titulares.

  2. La historia oscura de las estatinas – desde causar cáncer hasta juicios de miles de millones de dólares.

  3. Digo “era” porque cuando estuve con mi hija en Kenia, hace unos quince años, nos enteramos que los masais estaban siendo perseguidos por esta práctica ancestral de demostrar la madurez matando su primer león. Los globalistas de la Agenda 2030 dicen querer que vivamos en sintonía con la naturaleza pero persigue sin piedad a los pocos aborígenes que así lo hacen. Ver ¿Qué es Desarrollo Sostenible? ¿Y la Agenda 2030?

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