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  • Ludwig V. Burkes

Solos y con orgullo. Los últimos humanos.

Actualizado: 1 ago 2021

Entre esas películas que por más que las veo no puedo contener las lágrimas están ambas versiones de Cyrano de Bergerac: las 1950 y la 1990(1). Sé que sonaría mejor hablar de versiones teatrales, pero esta obra solo la he conocido a través del cine ¡Qué se le va a hacer!

¿Por qué ambas versiones en español me exprimen igualmente el corazón, cuando la de 1950 es, desde el punto de vista interpretativo, a mi juicio, claramente inferior a la de 1990? Pues no puede ser por otra cosa más que por su mensaje, que resuena desatado en mí. Curiosamente, siendo el hilo conductor de la obra el amor que Cyrano profesa por su prima Roxana, este amor es absolutamente secundario e instrumental en la obra. Lo realmente sustancial en ella lo forman la soledad y el orgullo del personaje.

Sé que suena pretencioso pero siempre me he sentido plenamente identificado con este pasaje archifamoso, conocido como “No Gracias”:


Pues bien, ese es mi vicio Me gusta provocar. Adoro este suplicio.

¿Qué quieres que haga?

¿Buscar un protector, un amo tal vez? ¿Y como hiedra oscura que sobre la pared medrando sibilina y con adulación cambiar de camisa para obtener posición? No, gracias.

¿Dedicar si viene al caso versos a los banqueros, convertirme en payaso, adular con vileza los cuernos de un cabestro por temor a que me lance un gesto siniestro? No, gracias.

¿Desayunar cada día un sapo? ¿Tener el vientre panzón? ¿Un papo que me llegue las rodillas con dolencias pestilentes de tanto hacer reverencias? No, gracias.

¿Adular el talento de los canelos, vivir atemorizado por infames libelos, y repetir sin tregua “Señores, soy un loro, quiero ver mi nombre en letras de oro”? No, ¡gracias!.

¿Sentir temor a los anatemas? ¿Preferir las calumnias a los poemas, coleccionar medallas, urdir falacias?

No, gracias. No, ¡Gracias! No, gracias...

Pero cantar… Soñar…. Reír, vivir, estar solo, ser libre tener el ojo avizor, la voz que vibre ponerme por sombrero el universo, por un sí o un no batirme o hacer un verso. Despreciar con valor la gloria y la fortuna, viajar con la imaginación a la luna, sólo al que vale reconocer los méritos, no pagar jamás por favores pretéritos, renunciar para siempre a cadenas y protocolo, Posiblemente no volar muy alto, pero solo.



El final de este maravilloso pasaje acaba con una de las dos claves del personaje: la palabra “solo”.


No soy creyente en ningún tipo de vida inteligente extraterrestre(2) y mucho menos etérea y eterna, pero sin poder explicar por qué, creo firmemente en el Derecho Natural y en el Juicio Supremo de mi propia Conciencia. Jamás me he sometido con facilidad a la disciplina impuesta por otros, humanos o divinos, pero créanme cuando digo que conozco a pocos con más autodisciplina que yo. Los hay, pero son pocos. Yo he sido mi más duro jefe y crítico. Por supuesto que mi voluntad no es de acero. Mi fortaleza de espíritu también tiene sus pájaras.


El pasaje final pone de relieve la otra clave del personaje: el orgullo. Orgullo como se entendía en aquellos días y debiera entenderse aún. Como la paz interior por saber que uno obra con la mayor rectitud que le es posible. El orgullo de saber pedir perdón si se reconoce la falta. El orgullo de no pedir perdón cuando no proceda aunque de ello se deriven perjuicios para uno mismo.


Cyrano: Voy a subir allí, a la luna opalina. Más de un alma noble hallaré en mi paseo. Encontré a Sócrates y a Galileo.

Filósofo, poeta, espadachín y dramático, y músico y también matemático. Con su nariz y su espada amó mucho. No por su bien. Aquí yace Hércules Savinien de Cyrano de Bergerac. Lo hizo todo y no hizo nada.

Pero ahora me voy, perdón, no puedo hacer esperar. Ahí está ese rayo de luna que me viene a buscar. No me sostengáis, no. Solo. Solo los árboles. Ahí llega, me siento ya entre los mármoles forrados de plomo. Puesto que está cercano iré a buscarle con la espada en la mano. ¿Qué decís, que es inútil? Ya lo sé. Esta vez me bato sin saber por qué. Es más bello romper inútiles valladares.

¿Quiénes son todos esos? Sois millares, ahora os reconozco. Sois mis viejos enemigos que me lanzáis avisos: la mentira, la cobardía, los compromisos. Ya sé que finalmente conmigo vais a acabar. No importa. ¡A luchar, a luchar, a luchar! Sí, todo me lo quitaréis: el laurel y la rosa. Lleváoslos, pero me queda una cosa que me llevo, y esta noche, cuando entre en la casa de Dios, brillará intensamente mientras diga mi adiós algo que inmaculado, meteré en un arrullo y me lo llevaré para siempre. Y es...

Roxana: ¿Qué?, ¿qué es?...

Cyrano: Mi orgullo...



La realidad es siempre mate y carece del brillo propio de la ficción, de la literatura. Pero esta última es importante como faro y guía. Intenta lo imposible y conseguirás lo muy difícil, dicen que les decía Chopin a sus alumnos de piano. Claro que Chopin no estaba para enseñar a los pusilánimes y melindrosos.

En estos momentos, en los que damos la batalla final de la que depende la supervivencia del ser humano como tal, la soledad, que siempre me ha estado pinchando, se ensaña conmigo y aprieta su lazo de esparto alrededor de mi cuello. La abrazaré con la espada en mi mano.

No ha mucho que en otro blog escribía acerca de la soledad…



En esa entrada expresaba mi soledad así:


La fiesta se está acabando,

lento volvemos a casa.

Sin saber cómo ni cuándo

solo por la calle pasas.


La noche fría retumba

su silencio en el presente.

El hoy que no es sino tumba

de tantos sueños pendientes.


Si teatro es nuestra vida,

¡ha de haber autor tan malo!

Si nuestra vida es sueño

más valiera despertar.


Más valiera desechar

este alocado empeño

de alargar papel tan malo

para alejar la salida.


Pero entonces me embargaba la soledad distinta a la de ahora. La soledad de quien no gusta del juego de la fiesta y ha de retirarse sin compañía. La de ahora es la soledad del último mohicano, del guerrero cheyenne tras la batalla de Little Bighorn, de aquellos que luchan sin esperanza de triunfo por un mundo que desaparece. Un mundo tremendamente imperfecto pero infinitamente mejor para uno que el que se le viene en lo alto. Ahora quiero irme luchando, y en esta lucha me siento solo. Los amigos se alejan. La familia desaparece. Los compañeros te ven como un estorbo. El miedo y los compromisos lo gobiernan todo. Y lo peor… la mayoría de esa inmensa minoría consciente y dispuesta a luchar no tiene otra visión del mundo que la que nos llevan inculcando desde hace más de un siglo los matarifes de la especie humana. Igual que aquellos que veían el infierno comunista ceñirse sobre sus vidas en el año 36, pusieron sus esperanzas de libertad en la figura carismática de un general, para ver cómo éste se erigía en dueño y señor de sus vidas, la mayoría de los despiertos en este genocidio global siguen confiando en el advenimiento de un caudillo salvador. Mucho me temo que el resultado final no tendría nada de bonito.


¿Y entonces, qué queda? Pues nos queda, como siempre, la libertad. Si la humanidad tiene futuro digno de vivirse, este será solo como Anarquía de Propiedad Privada, y ésta solo se podrá alcanzar luchando anárquicamente. Napoleón sufrió en sus carnes el poder que una comunidad dividida en un sin fin de células inconexas tiene para carcomer al más fuerte de los ejércitos. Por desgracia, aquella experiencia acabó con la entronización de un rey asqueroso y el grito de ¡Que vivan las cadenas!. Optimista no soy, pero al menos me daría el placer de morir luchando.


_______________________________________________________________________________



(2) Los cálculos de probabilidades que podemos ver a científicos famosos como Carl Sagan, en su inolvidable serie “Cosmos”, parten de la falacia de asignar a la probabilidad de que ocurra vida inteligente en un planeta la “frecuencia” con que ha ocurrido en el planeta Tierra. Esta frecuencia la calcula como una vez en los millones de años que se supone que tiene la Tierra. Pero el concepto de frecuencia implica la ocurrencia repetida muchas veces de un suceso. Algo que solo ha ocurrido una vez no tiene frecuencia. De manera que la probabilidad puede ser la que dicen estos científicos o un trillón de veces más pequeña. Por otro lado, no niego la posibilidad de que haya vida inteligente por ahí afuera en el Universo, pero a efectos prácticos es como si no la hubiera.





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