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  • Ludwig V. Burkes

Salvemos a la humanidad

Leyendo “El arte de no ser gobernado: una historia anarquista de las tierras altas del sudeste asiático”(1) de James Scott, se me desmoronó el mito del salvaje montañés codiciando las ricas y apacibles tierras bajas de los valles. Las montañas solían ser el refugio de gente que huía de los impuestos abusivos tras trabajar sin descanso arrozales insalubres, de las levas forzosas para pelear por intereses ajenos y de tantas otras atroces iniquidades. Como veíamos en la infancia en los dibujos animados de los Osos Montañeses, el montañés lo único que quería es que le dejasen en paz en sus montañas.


James Scott nos habla de Zomia, una vasta región que comprende gran parte de Indochina y del sur de China. Fue hasta prácticamente la invención del helicóptero uno de los mayores refugios de libertad en el mundo, dada su accidentada orografía y la abundancia de bosques. Allí vivían los Lusi, un pueblo que decidió voluntariamente prescindir de la escritura(2).


Así lo decidieron porque la escritura les había traído muchas calamidades, siendo la principal la proliferación de familias que se arrogaban el derecho a gobernar, es decir, a esclavizar a los demás. Refresca cuando uno aprende que hasta hace poco los Lusi contaban de viva voz a sus niños cómo le cortaban la cabeza a quien pretendía erigirse en gobernante.


Toda mi vida he sido un anti-ludita, un acérrimo defensor del desarrollo tecnológico pero desde hace años, especialmente desde que se desató la ofensiva final contra la humanidad disfrazada de pandemia, he empezado a envidiar a los Amish y a preguntarme cuándo habría sido el momento apropiado para que hubiésemos detenido el “progreso”. Hasta hace muy poco, las máquinas creaban más trabajo que destruían y además este trabajo era de mejor calidad y mayor rendimiento. De eso no tengo la menor duda. Pero hemos llegado a un punto, con la inteligencia artificial, la nano-tecnología y demás en el que al hombre parece no quedarle nada que hacer. Y no me refiero solo a los faltos de formación. Los médicos, los ingenieros, los letrados, todos, somos prescindibles(3). Prescindibles a los ojos de los miopes iluminados que controlan el mundo y, si no ponemos pie en pared rápido, prescindirán de nosotros sin duda alguna.


Pero esto tan tremendista que digo no me lo saco de la manga sino que sale de ver y escuchar lo que dicen abiertamente por el mundo las élites científicas y tecnológicas. Me apoyaré en dos vídeos para ilustrar este punto: el primero es de un humorista libertario, JP Sears, hablando sobre Klaus Schwab, el presidente del Foro Económico Mundial de Davos; y el segundo es una conferencia de José Luis Cordeiro, organizada por el Foro Forbes en 2015 en la República Dominicana. Este señor es profesor asesor de la Universidad de la Singularidad, que tras ver la conferencia se me antoja como el Laboratorio de Fu Manchú o algo así.


Empecemos por Davos. Le recomiendo que vea, si no lo ha hecho ya, el vídeo…



Sobre el Foro Económico Mundial(4) podríamos hablar toda la vida y nos quedaríamos cortos pero aquí me interesa sobre todo resaltar las ideas del cerebrito Yuval Noah Harari.


Harari afirma con conocimiento de causa que las élites pueden “jaquear”(5) a ¡toda la especie humana! Y se queda tan pancho. Fíjese que no habla de la ciencia, la élite como entes abstractos sino de las élites, en plural, unos señores determinados que sabemos quiénes son. Continúa diciendo:


Ni la Gestapo ni la KGB pudieron hacerlo. Pero pronto, al menos algunas corporaciones y gobiernos podrán “jaquear” sistemáticamente a todas las personas”.


Espeluznante. Muy significativo que diga “algunas corporaciones y gobiernos”. Primero las empresas, luego el gobierno. Así de claro. Es fascismo puro. ¿Pero a quiénes van a superar estos fascistas? ¡A la Gestapo nazi y a la KGB comunista! Las élites pueden hacer lo que estas dos instituciones satánicas quisieron pero no pudieron. Si a uno no se le hiela la sangre con esto, no sé con qué se le podrá helar.


Todos los psicópatas del pasado enarbolaron la bandera de “la ciencia” para justificar sus atrocidades que, de una u otra manera, terminaban reduciéndose a planes de exterminio, ya sea mediante hambruna, esterilización, gaseado, bombardeos, etc. En estos dos últimos años, eso no ha podido quedar más patente. Si oye decir “sigue a la ciencia”, eche mano de su crucifijo, busque rápido una ristra de ajos y grite ¡vado retro Satana!


Porque para Harari mi cerebro, mi cuerpo, mi vida pertenecen a una corporación o al gobierno (siempre la corporación delante). Para él, el libre albedrío no existe. Francamente, estas palabras deberían bastar para poner en busca y captura a este tipo, con carteles con su cara rezando “Se busca. Vivo o muerto”. Al menos yo lo veo así.


En la entrada “Estupidez, ignorancia, inteligencia y genialidad” de mi anterior blog “El Mundo de Freeliberto” doy las definiciones que David C. Krakauer(6) da de esos cuatro conceptos. La inteligencia consiste en hacer fácil un problema difícil y la genialidad en directamente eliminar el problema. Así que la inteligencia está asociada a un problema determinado, por eso habrá tantos tipos de inteligencia como tipos de problemas haya. Uno puede ser un genio de las matemáticas pero un absoluto imbécil en las relaciones personales, lo que por cierto, es muy frecuente, y por desgracia, las grandes instituciones de investigación (MIT, CALTECH, etc.) están plagadas de imbéciles vivenciales, cuando no sencillamente de psicópatas. Para mí que este señor, Harari, es ambas cosas. Así lo pone de manifiesto su jactancia al pretender, no ya emular, sino claramente superar a Dios, o lo que para mí es lo mismo, a la incomprensible complejidad de la realidad.


El segundo aprendiz de brujo es el señor Cordeiro. La charla completa la pueden ver en



No obstante, dada su duración, he extraído los fragmentos que me han parecido más relevantes.


No dudo de la formación físico-matemática de este señor. Ni de sus cualidades como organizador, planificador, y todas las necesarias para llevar proyectos complejos a buen puerto. Con toda seguridad es un hacha en estas materias. Lo que sí pongo en duda es su madurez. Este señor se muestra como un niño excitado contando sus próximas travesuras, solo que sus travesuras nos llevarán al fin de la humanidad, como él mismo dice, y al fin de cualquier tipo de vida digna de vivirse. Esto último lo digo yo.



Miedo da que la Universidad de la Singularidad naciese de la cópula de NASA y Google. Lo hace alrededor del concepto de la singularidad tecnológica: el momento en que la inteligencia artificial supere a la inteligencia natural. Pero ¿qué significa para ellos “superar”? Da la sensación de que se trata de capacidad de computación. Mi pregunta es ¿Un supercomputador con malos programas y bases de datos erróneas, es más inteligente que un portátil con buenos programas y datos fiables? ¿Es la inteligencia solo cantidad de memoria y velocidad de microprocesamiento?


Don José Luis nos anuncia emocionado el fin de la edad humana, el fin de la invención humana. ¿Se puede ser más infantil? Lo digo por lo de emocionado, no por lo acertado o no del anuncio. Si tu mundo va a ser reemplazado por otro, uno debe de estar muy seguro de que el nuevo mundo te va a acoger en su seno con agrado antes de ponerte a ayudar al cambio.


Él sueña con la edad poshumana, la era de los humanos mejorados (según sus criterios, claro), pero si los ordenadores superasen a los humanos hasta el punto de que estos ya no tuvieran que inventar nada ¿Quién tomaría las decisiones?¿los poshumanos o los ordenadores?¿Para qué nos querrían los ordenadores a los poshumanos? Para un ciborg poshumano conectado a un ordenador ¿No se convertiría la vida en un mero videojuego? ¿Qué sentido tendría tocar el piano? ¿No sería lo mismo que ponerse delante de una pianola?


Cualquiera que se pare a pensar sobre el tema verá la cantidad de incongruencias que plantea. Aún más infantil es ese anhelo de inmortalidad. Son muchos los pensadores que han rumiado el tema de la inmortalidad y todos los que yo he tocado llegan a la conclusión de que sería la peor de las maldiciones. Jorge Luis Borges nos cuenta en su “El Inmortal” cómo los inmortales buscaban con anhelo el río de la muerte para volver a ser mortales. Cartaphilus, o ¿quizás debiera decir Homero?, en su busca de la Ciudad de los Inmortales nos dice:


En Roma conversé con filósofos que sintieron que dilatar la vida de los hombres es dilatar su agonía y multiplicar el número de sus muertes”.


La inmortalidad borraría toda novedad, toda sorpresa, toda ilusión. Los inmortales escalarían vertiginosamente la ladera de los vicios y perversiones en un inútil afán por nuevos placeres para finalmente dejarse caer en un estado de absoluta inacción y apatía. Toda buena obra de arte está confinada en espacio y tiempo. Hay quien dice que lo más difícil para un creador es saber cuándo está su obra acabada.



¡Qué ilusión me hace saber que voy comer carne impresa por una máquina! Hoy en día hay gente que paga burradas por comer un determinado tipo de atún o caviar. Imagino que serán los mismos que seguirán comiendo verduras, carne y pescado naturales directamente traídas de las praderas, bosques y mares. Porque recordad que la ONU ya nos contó que en el 2030, en las superplanificadas ciudades todos iremos en bicicleta salvo los pocos muy ricos que seguirán ostentando sus flamantes coches. Nosotros comeremos ese engendro cárnico y solo por nuestros cumpleaños.



Como ve, la edición genética es un hecho. Pero no se engañe. La ciencia en general siempre está mucho más retrasada de lo que aparenta. Hacer luminiscente a una planta es muy llamativo pero nadie sabe qué otras cosas habrán provocado con ello. Qué cajas de Pandora habrán abierto.



Probablemente, el dicho más engañoso sea aquél que dice: “más vale prevenir que curar”. Es engañoso porque dependiendo del entorno en que se aplique será verdadero o falso. Cuando uno se lo aplica a sí mismo funciona. No es más que “ten cuidado”. Pero cuando uno lo usa con los demás, no son pocas las veces que causa más daño que el que pretendía evitar, sobre todo cuando se aplica colectivamente como pasa con las guerras y la medicina preventiva. Yo cada vez soy más partidario de “no poner el parche antes de la herida”.


Menos mal que el bueno de José Luis nos da una pista del verdadero estado del arte en genética al contarnos que él es descendiente de Gengis Kan y de Maria Antonieta. Ya es bastante simplista establecer dos líneas genealógicas, paterna y materna, cuando lo que se tiene, como se verá, es una maraña retícular. No es un árbol. Eso es imposible. Haciendo como él con la singularidad tenemos que: si en ocho siglos aproximadamente que van de Gengis hasta hoy en día han transcurrido unas 32 generaciones de 25 años(7), las personas necesarias para completar la generación de Gengis en un árbol limpio serían más de 4,000 millones (más de 7.000 millones para tres generaciones), cuando la población mundial en aquellos tiempos era de unos 400 millones. Es decir, que para rellenar solo la última fila se necesitaría diez veces la población de todo el mundo. Por fuerza debe haber muchos solapes y entrecruzamientos. Todos somos descendientes de María Antonieta, pero también de millones y millones de pobres indigentes. En verdad, todas nuestras marañas genealógicas, a partir de varias generaciones para arriba, contienen a las mismas personas solo que desordenadas.


Pero si inquietante es su deleite infantil por conocer el pasado, terrorífica es su pretensión de diseñar a sus hijos. Yo le recomendaría que antes probase diseñando su propia vivienda, su propio automóvil, y ver qué tal resulta.



Así como el pusilánime añora el refugio del pasado que le libre de las amenazas del futuro, el soberbio no entiende que el futuro, que tan ilusionadamente espera, nacerá por fuerza de ese pasado que él desprecia. Oyéndolo hablar con ese desdén de las tecnologías pasadas me pregunto qué sentirá por los ancianos ¿caca-personas, desechos a eliminar?


Si algo parece imperecedero, es el sueño de Shangri-la, el valle de la eterna juventud. Pero la juventud no da la felicidad como bien saben los jóvenes. Cosas que me afligían de joven hoy me resultan cómicas. Los viejos suelen confundir la juventud con la guapura o con la salud, pero la juventud en sentido estricto no garantiza ninguna de las dos. Buscar la salud es lo natural, obsesionarse con la guapura es enfermizo. Los viejos debemos ser feos para que a los jóvenes les quede algún atractivo y puedan atraerse mutuamente. Si los viejos fuéramos guapos, los jóvenes se sentirían tremendamente atraídos por nosotros y haríamos de la juventud una adolescencia prolongada. A la larga no ganaríamos nada en la vida. Lo bueno, si dura, deja de ser tan bueno.



¿Qué se puede esperar de alguien que trivializa con el alma, la mente o el espíritu? Para él son cosas de borrachos. Aquí dice algo de pasada pero que tiene mucha importancia: el móvil lo vamos a tener en el cerebro. En verdad se refiere a que el cerebro va a estar conectado con los ordenadores sin interfaz externa. Como ya anticipó hace algún tiempo Elon Musk, la nano-cacharrería necesaria para ello llegaría al cerebro por las venas. Si aún no sabe para qué ese empeño en inyectar esa tecnología nueva a todo el planeta, vaya informándose. No es que nos quieran a todos hechos unos robocops, sino que, por un lado nos consideran las ratas del sótano, y por otro necesitan roedores para experimentar. Vaya, que quieren matar dos alimañas de un tiro, que se dice.



He de confesar que este fragmento me tranquiliza algo. Para 2017, ¡el mundo entero tendrá internet gratis! Nada como predecir el futuro para equivocarse. Cinco años después ni se vislumbra esa posibilidad. ¡Son como niños! Niños jugando con nitroglicerina, por supuesto.



Habrá que ver qué bien resulta esa comunicación telepática, pero lo cierto es que ya se usa, no es ciencia ficción. Da igual si se puede o no transmitir con fidelidad mensajes complicados, de momento pueden inducir órdenes sencillas y, sobre todo, sentimientos: angustia, furia, miedo, etc. Si a usted le han puesto el tercio de banderillas completo y siente cambios de humor repentinos, pruebe a irse lo más lejos posible de las antenas de telefonía. No es coña.


La intención de esta entrada no es tratar con detalle lo que en estos vídeos cuentan estos psicópatas, sino resaltar que estos psicópatas están entre nosotros ocupando altos cargos y que la agenda que siguen es terrorífica y muy real. No crea que esto es cosa de académicos chiflados desconectados del mundo real. Tómese unos minutos y escuche a Boris Johnson, primer ministro británico, en la ONU desbarrando sobre el futuro, y a Sebastian Piñera, presidente de Chile, flipando con las microondas.




Estos “veintetrentinos” están tan borrachos de tecnología que son incapaces de visionar la realidad compleja que se esconde detrás de la simpleza de sus objetivos. Si hace 30 años nos cuentan que íbamos tener acceso a internet, hubiéramos pensado que la información dejaría de ser un problema. Hoy todo el mundo tiene acceso a la información pero no veo a la gente mejor informada. En internet hay miles de versiones de un mismo dato. El problema de buscar la información, comprobarla y seleccionarla es independiente del artilugio que empleemos para ello. Me dirán que la inteligencia artificial será capaz de aprender más rápidamente que nosotros, y que se encargará del razonamiento crítico, pero entonces ¿para qué nos querrían los ordenadores y los robots?


Pero no me engaño. No son tan, tan tontos. Ellos saben lo que buscan. El fin del libre albedrío. No es que los pocos seleccionados para la era poshumana vayan a ser superhombres con una inteligencia infinita. No. Van a ser epsilones(8) perfectamente controlados y teledirigidos. El cuerpo, la mente, no nos pertenecen, según ellos.


Si seguimos pasivos, esperando a que la tormenta amaine, que de las próximas elecciones salga un salvador, que todo sea una teoría de la conspiración y el mundo siga como siempre, entonces, como siempre, todo cambiará pero esta vez no habrá arena, todo será cal.


Cuando Lampedusa(9) puso en boca de D. Fabrizio, prícipe de Salina, aquello de “se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi” quería decir que para que ellos sigan igual, todos nosotros debemos cambiar.


Las escrituras antiguas sugieren que la humanidad, como los Lusi de Zomia, se ha enfrentado al dilema de cortar el progreso o sufrir la cólera de los dioses en múltiples ocasiones: el fruto prohibido del Árbol de la Ciencia, la Torre de Babel, quizás el Diluvio Universal. Hasta donde llega mi imaginación, la única salida es alcanzar la madurez humana y despertar de la superstición de la autoridad(10). Construir un mundo de personas libres que se necesiten unos a otros por igual. Que nadie se vea forzado a sufragar proyectos y agendas ajenas. Que nadie pueda acumular riquezas desbordadas mediante la coacción. Toda esta tecnología de control y guerra es carísima y no le aprovecha a nadie. En ese mundo no existiría.


Pero imagino que usted no querrá prescindir de su cátedra, de su plaza de funcionario, de su puesto en esa multinacional o simplemente de ese trabajito que le da para ir tirando y seguir soñando con la primitiva. Esperará, tragando pacientemente con todas las medidas restrictivas y humillantes que le vayan imponiendo, que yo sea un loco conspiranoico, y esto sea solo una mala época. Ojalá que estuviese en lo cierto.


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(2) “The Lisu, aside from insisting that they kill assertive chiefs, have a radically abbreviated oral history. “Lisu forgetting,” Jonsson claims, “is as active as Lua and Mien remembrance.” He implies that the Lisu chose to have virtually no history and that the effect of this choice was to “leave no space for the active role of supra-household structures, such as villages or village clusters in ritual life, social organization, or in the mobilization of people’s attention, labor, or resources”.

The Art of Not Being Governed: An Anarchist History of Upland Southeast Asia. James C. Scott. Página 234.


The Lisu are without history not because they are incapable of history but because they choose to avoid its inconveniences. The absence of history in this sense contributes to the fact that in egalitarian groups, each lineage—or, for that matter, each family—has its own particular customs and usages. There is, however, one “tradition” to which most Lisu proudly point: namely, the tradition of murdering headmen who become too autocratic. As Paul Durrenberger puts it, “The Lisu loathe … assertive and autocratic headmen,” and the “stories Lisu tell of murdered headmen are legion.”

The Art of Not Being Governed: An Anarchist History of Upland Southeast Asia. James C. Scott. Página 276.


(3) Como se verá más adelante, alcanzada la singularidad tecnológica, según ellos, el hombre dejará de inventar cosas y por lo tanto los ingenieros dejarán de tener sentido, puesto que hacen tareas incluso más prosaicas que la invención. Los médicos, habiendo caído en la trampa de la tele-asistencia son fácilmente reemplazables ya por aplicaciones médicas. Los cirujanos por robots. La justicia se ha pegado un tiro en la cabeza entregándose a los dictámenes de la clase gobernante. Los cerebros humanos van a estar controlados a distancia, pero incluso antes de eso, la tarjeta de crédito social se encargará de dirimir todo posible conflicto. Obedeces o pereces, así de fácil. No por casualidad, a un servidor se le está negando el sueldo y el trabajo por un año con la justificación de que “esta empresa tiene unas normas y éstas se cumplen y punto”.


(4) Ver el video “Conoced al Foro Económico Mundial”.


(5) Del inglés “hack” que según el diccionario Merriam-Webster sería “to gain illegal access to (a computer network, system, etc.)”, es decir, hacerse ilegalmente con el acceso a redes de ordenadores, sistemas, etc. Habría que añadir “y el control”.



(7) En verdad serían más ya que la edad reproductiva de la antigüedad era bastante menos de 25 años. La población mundial la he estimado de una tabla contenida en “Demografía en la Antigüedad”.


(8) En la novela de Arnold Huxley “Un mundo feliz” (A Brave New World), la gente estaba clasificada según el alfabeto griego desde la alfa, los más guais, hasta la épsilon, los más estúpidos. A estos los tenían felices dándoles todos los días una ración de “soma”, una droga.


(9) Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su obra "El Gatopardo".


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