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  • Ludwig V. Burkes

El comienzo del asalto final: otro Nuevo Orden Mundial.

¿Conoce usted quiénes fueron Cecil Rhodes, Alfred Milner y Nathaniel Rothschild? ¿Por qué los menciono juntos? Es más que posible que no sea así, en cuyo caso, creo que este relato le puede interesar. Para Carroll Quigley, un influyente historiador y profesor estrella en Princeton y Harvard le resultaba increíble que el común de la gente educada no pudiese contestar a mis dos preguntas, tachando en su obra a estas tres personas de los personajes más influyentes en la historia del siglo XX, influencia que aún perdura hoy en día.


Para los que están despiertos, o mejor dicho, atentos, la actual situación distópica, con virus desatados que parecen no tener cura y atacan todos los órganos del cuerpo a la vez, cambios climáticos que amenazan con arrasar la vida de un plumazo en un futuro próximo, desabastecimiento energético sin que se tengan noticias de que las fuentes de energía se haya agotado, colapso del sistema de suministro de mercancías, etc., todas estas calamidades no son sino parte del repertorio de tácticas del asalto final por el poder mundial con reducción drástica de población por una autollamada élite que controla los recursos de la humanidad. Pero la inmensa mayoría de la gente, o está dormida, o no está atenta, y cuando alguien le intenta hacer entrar en razón se revuelve contra él y lo tacha de lunático para arriba. Por eso este intento de ayudar a entender cómo es posible que un número reducido de personas puedan plantearse el hacerse con el poder de todo el mundo.


Cualquiera que lea historia, o que simplemente preste atención al comportamiento de la gente que le rodea, sabrá que el ansia de poder mueve montañas. Poder sobre los demás, se entiende. Para mucha gente, agrandar el poder es la meta más importante de su vida, para algunos la única. Esto lo vemos en las pandillas cuando niños, en las relaciones de padres e hijos, en los matrimonios, en los trabajos, en todas partes.


Pero hay personas que son verdaderamente adictos al poder, y cuando además de obsesos son capaces, suben como la espuma y acaparan los puestos de poder que la sociedad les facilita: cargos políticos, mandos de ejércitos, etc.


En una sociedad de subsistencia, quien tiene la comida es el señor, por eso el acto emblemático de poder de los señores feudales eran esos grandes banquetes. Los caballeros, soldados y secretarios, se arremolinaban alrededor del señor para compartir su comida y refugio.


Con el desarrollo del comercio y la proliferación de bienes de consumo, el bien más apetecido pasa a ser el dinero y esto da un vuelco radical a la forma de hacerse con el poder. Quien maneja el dinero, tiene el poder real sobre los demás.


Todos los imperios pueden entenderse como intentos de alcanzar el poder mundial, pero la distancia siempre impuso un freno a este anhelo. Poca gente cae en la cuenta de que si uno roba una carreta de trigo en un sitio lejano, los mulos y carreteros tendrán que comerse parte de ese trigo durante el transporte a casa. Si la distancia es suficientemente grande, para cuando lleguen, no quedará trigo alguno y la carreta estará en peor estado que antes. Esa distancia se acortará con lo accidentado del terreno. Es lo que algunos historiadores llaman “la fricción del terreno”. Pero, para bien y para mal, la tecnología ha reducido esa fricción casi a cero.


El poder es inconcebible a solas, solo se puede alcanzar, ejercer y mantener en grupo, de ahí que la conspiración no sea algo anecdótico, sino consustancial con el ser humano. Conspirar es ponerse secretamente de acuerdo varios para actuar contra otros. De siempre ha habido muchos grupos de personas que porfían por un poder absoluto sobre el ser humano. Algunos se habrán extinguido, otros habrán evolucionado y mutado. En todos ellos sus miembros se amalgaman alrededor de un supuesto objetivo general, pero luego les mantienen unidos los diferentes beneficios que cada uno personalmente obtiene en la empresa.


Pero creo poder afirmar que la actual situación se debe a un proyecto que nació con la intención de extender el Imperio Británico a todo el mundo, cuando la idea de imperios tenía buena prensa y todos los gobiernos soñaban con tener el suyo. El proyecto lo pare un tal Cecil Rhodes, en cuyo honor se bautizó la actual Zimbabue como Rodesia (Rhodesia en inglés), dueño de una cantidad ingente de minas de oro y diamantes, que le dio una fortuna lo suficientemente grande como para acariciar el sueño de controlar al mundo. Cecil Rhodes sigue siendo famoso en Oxford, sede principal del mal, donde, además de tener una estatua, su fundación financia los “scholarships” más codiciados por los historiadores, y esto no es precisamente casual. El control de la historia es fundamental para un proyecto de esta envergadura. Todo poder necesita sus cronistas que le laven la cara.



Cuando la idea de imperio cae en desgracia, los patrocinadores de este asalto al poder mundial, cambian el discurso y empiezan a hablar de Naciones Unidas, de organizaciones supranacionales.


Así que las fortunas de Cecil Rhodes y Nathaniel Rothschild (creo que no hará falta hablar mucho de los Rothschild, una de las familias más poderosa de la Tierra, si no la que más) junto con la inteligencia y dones de mando de Alfred Milner, pondrán en marcha un plan de fortalecimiento y expansión del Imperio Británico, que pasará por acaparar los recursos de todo tipo del planeta: piedras y metales preciosos, fuentes de energía, alimentos, minerales, etc., e ir progresivamente haciéndose con el control de la producción de bienes y servicios claves: farmacia, educación, transporte, etc.


Todo ello pasa por la recuperación para su proyecto de la joya perdida del Imperio: Los Estados Unidos de América. Sin duda, no a través de la conquista militar, sino de la colaboración de las élites americanas, cuya inmensa mayoría nunca había dejado de sentirse británicas.


Para lanzar el proyecto necesitaban hacerse con el control de todos los recursos del cono sur de África, y aquí, el cerebro de la operación, Alfred Milner, juega un papel primordial provocando la guerra de los Boers de cuya resulta nace Sudáfrica como colonia británica. En esa guerra, los británicos ponen en práctica campos de exterminios donde se masacran a viejos y niños por decenas de miles. No habrá oído hablar de ello ¿verdad? ¿Ve cómo es importante controlar la formación de los historiadores?


Pero ¡ajá! Había un gran escollo. Los españoles ya no eran rival desde hacía muchas décadas, los negros, los árabes, los chinos, etc., no les preocupaban porque los consideraban inferiores e incapaces de oponerse a su inteligencia y poderío. El resto de imperios estaban en decadencia o dependían del comercio e industria británicos por lo que eran fácilmente controlables. Pero ¿qué pasaba con Alemania? Alemania hacía poco se había unificado y su crecimiento económico era vertiginoso, superior al de la China de los años 90. Además estaban a la cabeza de la ciencia y su industria innovaba más que la británica. Su influencia en el mundo crecía de manera preocupante y estaba desarrollando una flota mercante y militar que amenazaba seriamente el dominio de los mares de la Royal Navy. Para colmo tenían un nivel cultural envidiable y, lo peor de todo, eran rubios con ojos claros. Alemania era sin duda alguna el principal obstáculo en su proyecto de expansión mundial del Imperio Británico. Había que borrar del mapa a Alemania y se pusieron manos a la obra.


James Corbett realizó una serie de tres vídeos contando este apasionante, y a la vez prácticamente desconocido, capítulo de nuestra historia reciente. Yo me he tomado la libertad de subtitularlos en español para su difusión en el mundo hispano. Creo que es un vídeo de obligada visión si se quiere tener una idea de la historia coherente con lo que vemos a nuestro alrededor hoy en día, absolutamente imposible de entender con la historia oficial que nos venden en la escuela y los medios de comunicación.



Si le apetece profundizar en este tema le aconsejo la lectura de:


· Hidden History: The Secret Origins of the First World War

· Prolonging the Agony: How the Anglo-American Establishment Deliberately Extended WWI by Three-And-A-Half Years.

o Jim Macgregor, Gerry Docherty

· Tragedy and Hope

o Carroll Quigley


En la entrada de la página web de James Corbett “The WWI Conspiracy” podrá ver las transcripciones del original en inglés llenas de vínculos a las fuentes de dicho trabajo. Pueden acceder a los documentos citados, entrevistas completas de las que se muestran extractos, etc.

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