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  • Ludwig V. Burkes

El 11-S: las pistas del dinero. El atraco.


Una vez más, gracias al magnífico trabajo de James Corbett tenemos un punto de vista distinto para tratar de entender uno de los pasajes claves de la historia reciente: el más que inverosímil derribo del World Trade Center(1) de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. El 11-S se consideró como el “Nuevo Perl Harbor” que justificaba la implantación del Estado Policial permanente en el mundo, con la militarización de las policías civiles, la generalización de la vigilancia omnipresente, el control de internet y la telefonía, etc., etc., etc. Sin todo ello, el montaje de la plandemia coronavírica no habría sido posible.


Sin duda la clave para todo esto fue la atribución de la autoría del derrumbe a Al-Qaeda, supuestamente dirigida por Bin-Laden, que usaron para declarar la guerra al terrorismo islámico, y por extensión a todos los estados cuyos gobiernos supuestamente lo apoyasen. Saber con exactitud qué es lo que pasó puede que no esté en nuestras manos, pero sí que podemos saber que no pudo pasar lo que nos cuentan y con eso sería suficiente.


Para desmontar la versión oficial se puede analizar el 11-S desde muchos puntos de vista. Hay quien lo ha estudiado desde un punto de vista físico, analizando el fuego, las explosiones, el derrumbe, etc. Otros el comportamiento de las personas e instituciones involucradas. Pero no creo que sean muchos los que como James han hecho un estudio serio sobre el dinero. James ha dividido su documental en cuatro capítulos que yo he subtitulado al español y publicado por separado, y que comento en sendas entradas. En cualquier caso, lo más interesante es, sin duda, el trabajo de James Corbett.


Dado que tenemos una fuerte tendencia a aceptar el statu quo, y una grandísima dependencia del estado, cualquier intento de desmontar versiones oficiales se choca contra la exigencia por parte del público de demostraciones(2) imposibles. Los que hemos estudiados tendemos a exigir que se nos demuestre con un nivel propio de teoremas matemáticos aquellas proposiciones que no nos cuadran con nuestros esquemas, mientras que si lo que se nos propone nos viene bien somos mucho menos exigentes. Pero esto solo es posible con proposiciones matemáticas(3), perfectamente definidas y delimitadas, con sujetos muy simples, como son los números, las funciones, los conjuntos, etc., en donde las relaciones entre ellos están muy claras. En la vida real, no estamos interesados en este tipo de proposiciones. La realidad es siempre compleja y la idea que nos hacemos de ella surge de la acumulación de indicios, más o menos fuertes, que nunca alcanzan el rango de evidencias. Si lo verdadero nos es tremendamente escurridizo, al menos lo falso nos es alcanzable ya que la acumulación de improbables nos lleva a un imposible.


El Atraco del 11-S.




La figura de Larry Silverstein, el propietario del WTC 7 y recién arrendatario del resto de edificios del complejo, es un personaje que, aparte de un vago parecido físico, deja al señor Burns de los Simpsom como una hermanita de la caridad. En cualquier caso, si tratamos el 11-S como un delito como dice James Corbett, es imperativo preguntarse “Cui bono”, ¿quién gana, quién se beneficia? Y Larry Silverstein ganó una morterada de dinero. Arrienda las Torres Gemelas por 3.200 millones de dólares por 99 años unos meses antes del derrumbe. Consigue involucrar a 25 aseguradoras para firmar una póliza por 3.550 millones de dólares para una propiedad valorada en 1.200 millones(4). ¿Para qué? Eso supondría unas cuotas bestiales durante un siglo. Pero si sabe que solo va a pagar durante unos pocos días, la cosa cobre mucho sentido ¿verdad? Pero además, con triquiñuelas legales consiguió sacar 4.550 millones de dólares al considerar que cada torre era un suceso independiente. Para colmo de los remates, la propietaria del inmueble, la Junta del Puerto, le devuelve de tapadillo el 80% del pago inicial del contrato. ¡Eso es hacer negocios! Aunque sea con la muerte de miles de inocentes.


¿Y qué me dicen del asunto Marsh & McLennan y Silverstream Software? La primera, dedicada a las inversiones, encarga a la segunda el desarrollo de un sistema informático para la realización de transacciones comerciales sin papel junto con la compañía AIG, en aquel momento el único sistema de ese tipo. Curiosamente, la fecha límite de entrega es el 11 de septiembre de 2001, una más de esas miles de casualidades que pasan en este tipo de sucesos. El trabajo lo realizarían medio centenar de programadores instalados en las oficinas que Marsh & McLennan tenía en el WTC1 en las plantas 93 a la 100, justo donde ocurrió la gran explosión supuestamente provocada por la colisión del avión. Otra de esas curiosidades.


Richard Andrew Grove, el hombre de Silverstream encargado de del contrato con Marsh & McLennan, descubre que se estaban haciendo transacciones sospechosas y se lo comunica a sus jefes. Le dicen que se calle y se meta en sus asuntos. Trató de advertir a un ejecutivo de su cliente con el mismo resultado. Finalmente contactó con cinco ejecutivos de McLennan de los que se fiaba y estos mostraron preocupación por el tema. ¿Resultado? Todos ellos junto con Richard Grove fueron convocados a una reunión con un jefazo en las oficinas del WTC 1 la mañana del 11 de septiembre. Sin embargo, el convocante de la reunión, el mismo que le había dicho a Richard Grove que se metiera en sus asuntos, tele-conferenció con ellos desde su oficina en otro punto de Nueva York. Todos menos Richard Grove, que quedó atrapado en un proverbial atasco de tráfico, murieron aquella mañana. Otra más de esas maldita casualidades.


Pero por si son pocas casualidades, el jefe de gestión de riesgos de Marsh & McLennan en ese momento no era otro sino Paul Bremer, un hombre del todo poderoso Kissinger, quien terminaría encargándose de supervisar la ocupación de Iraq meses después. Mire por dónde esa mañana se la pasó en los estudios de NBC como experto en contra-terrorismo (esta gente saben de todo, oiga) encarrilando la imaginación de los telespectadores hacia Bin Laden, Irag, Irán y Pearl Harbor. Estos expertos son increíbles ¿verdad?


Si no estuviésemos hablando de algo que implica a tantas instituciones de las que dependen en gran medida nuestras vidas, sino de actividades privadas en asuntos que no nos concernieran, todos tendríamos muy claro quienes estarían detrás de estos sucesos. Si esto fuera una película absolutamente de ficción, todos sabríamos desde el minuto uno quienes eran los culpables. Pero cuando nuestra forma de vida está en juego, nadie quiere mirar a los ojos de la realidad, todos pretendemos no enterarnos de nada. Como tantas veces digo, el cornudo no es el último en saber lo de su pareja, sino el último en admitirlo.


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  1. Lo más llamativo de este atentado fue el derribo de las dos Torres Gemelas, el WTC 1 y WTC 2, pero en verdad se destrozaron los siete edificios del complejo. Los 3, 4, 5 y 6, aparentemente por la caída de los dos primeros. Pero el 7 cayó por la tarde, tras sufrir unas pocas horas de un incendio no demasiado importante. Es la única vez que un rascacielos cae por incendio y ha habido casos mucho más severos, entre ellos el del edificio Windsor en Madrid que estuvo ardiendo como una tea toda una noche.

  2. Nos referimos a la acción de probar la veracidad de un enunciado recogidas en las acepciones 1, 4, 5 y 6 del RAE.

  3. Ni siquiera en la tan cacareada ciencia se exige la certeza absoluta para sus proposiciones. La experimentación es un caso paradigmático de inducción, de extrapolación más bien. La situación recreada en un experimento nunca es igual, y muchas veces ni siquiera parecida, a la real.

  4. No sale en este documental pero hay que añadir que la demanda de alquileres de oficinas en las Torres Gemelas estaba en franco declive y que tenía el San Benito de estar infectado de asbesto por todas partes, lo que lo ponía en una situación imposible. Eliminar el asbesto sería carísimo pero a su vez no se podía recurrir a una demolición controlada por lo difícil de la misma y por lo contaminante que resultaría.


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