“Al virus por supuesto”, dirán muchos. Pero mi observación no me dice eso. Por supuesto que hay gente aterrorizada por el virus como la hay obsesionada con los marcianos o el supervolcán de Nápoles. Todos conocemos alguien escrupuloso. ¿Qué son esos escrúpulos enfermizos sino la dignificación del miedo a lo invisible, a las bacterias y virus? Mostrar miedo a un ratón es ridículo para la mayoría de las personas, pero tenerles asco parece más una cuestión de suerte con los genes que le ha tocado a uno al nacer. Pero hablo de la mayoría de la gente que no presenta estos rasgos atípicos. Si la gente le tuviera verdadero miedo al virus no irían a los bares, ni supermercados. La gente en los bares se quita rápidamente el barbijo y se olvida por un rato de que existe el resto del mundo. Se les ve muy a gusto y relajados, gracias a Dios.
¿A las multas? Eso es más creíble pero solo al principio. En esta tierra le cogemos las vueltas al sistema rápido y convivimos con la posibilidad de que te caiga una multa de higo a brevas sin mayor problema. Lo hacemos aparcando el coche, haciendo una pirula a contramano para ahorrarnos una vuelta grande, pagando sin IVA, y así con tantas otras cosas.
En mi opinión la gente le tiene miedo a la gente, y por desgracia, es para tenérselo. Pero es un miedo muy infantil, como el de ese niño que en lugar de huir corriendo de su madre cuando ésta lo golpea se abraza a sus piernas llorando con desesperación. Teme no ser como la gente. Teme la reacción de la gente contra los que no son iguales. Si la gente se pone el barbijo yo me pongo el barbijo. Si la gente se lo quita yo me lo quito. Así de sencillo. Las personas quieren estar con la gente y ser como ellos. En las cárceles cuando se quiere castigar a alguien se le aísla del resto. Si los hijos de putas de las SS nazis hubiesen querido atormentar aún más a sus víctimas, las habrían llevado de una en una a gasear pero les habría costado más en tiempo y recursos y causado muchos problemas de rebeldía. Llevarlos en manada les garantizaba la ausencia de revueltas porque la gente en grupo va sin rechistar incluso al infierno.