Fuentetaja: La azafata y yo.
- Ludwig V. Burkes
- 5 nov 2022
- 3 Min. de lectura
El ejercicio de esta semana consiste en crear un pequeño relato a partir de un titular sorprendente de noticias. El mío reza así: Una azafata enloquece e interpreta a Bruno Mars en pleno vuelo. Obviamente el titular es muy exagerado y la azafata real solo estaba amenizando al pasaje antes del temido despegue. Mi relato dice así...
____________________________________________________________________________
La semana pasada tuvimos que asistir a una azafata de vuelo que había perdido la chaveta por completo. Nunca me había divertido tanto en el trabajo. Cuando llegamos al avión, los civiles nos dijeron que habían intentado calmarla pero que no había manera, la pobre no paraba de bailar por todo el avión. Creo que era un Airbus. Uno de esos que cruzan el Atlántico, con varias filas de asientos.
Era muy guapa. Se había desabrochado la camisa, soltado el pelo y bailaba una canción de esas de negros americanos con un ritmo muy marcado. Parecía una lagartija. Llevaba un cinturón especial con su móvil a un lado y un pequeño pero potente altavoz al otro. Me dijeron que el cantante era un tal Bruno Mars, quien me recordaba mucho a Michael Jackson, mi ídolo de la juventud.
Mis compañeros sanitarios intentaron que entrara en razón pero ella no escuchaba nada de lo que se le decía. Incluso trataron de atraparla pero la jo’ía se zafaba siempre saltando por encima de las piernas de los pasajeros sin perder el ritmo. Parecía un musical. Los pasajeros, quitando a los dos o tres singracias de siempre, se divertían como chiquillos.
Yo miraba todo desde la puerta del avión. Al pie de la escalera aguardaba mi ambulancia con el motor en marcha, lista para salir pitando y yo no me podía alejar de ella. Normalmente espero al volante, pero esto no me lo podía perder.
Hacía mucho tiempo que no bailaba pero siempre he estado en forma. Hago mucho deporte e incluso hubo un tiempo, allá por los treinta y tantos, que hacía algo parecido a gimnasia deportiva. En mis veintes era un fiera de la pista y mi versión del Thriller causaba impresión. Pero desde aquella pelea con aquel mamón que se la llevó no volví a entrar en una discoteca ni nada parecido. Durante muchos años, cuando veía a una mujer bailando me recordaba a esa...
Juan, el jefe del equipo, me vio en la puerta llorando de risa y, como sabía mi historia, tuvo una idea. Vino corriendo y me pidió que la sacase de allí bailando, a modo de cabestro. Mi primera reacción fue mandarlo a hacer puñetas pero el hombre casi se me arrodilla para suplicarme. Cuando me dijo que si nosotros no éramos capaces de reducirla, entrarían los guardias a hacerlo por las bravas – el avión tenía ya mucho retraso y eso es mucho dinero – me lo pensé dos veces y acepté el reto.
Cerré los ojos, relajé el cuerpo. La cabeza caída hacia adelante con el cuello flácido. Los brazos colgando a los costados. Dejé que el ritmo de la canción me invadiese y, si darme cuenta, me vi bailando por el pasillo en su busca. Al verme, mostró sorpresa deteniendo ligeramente el movimiento, pero rápidamente se puso en órbita abriendo completamente los ojos, que me comían con la mirada, y comenzamos a bailar al unísono.
He de confesar que en ese momento perdí conciencia de lo que estaba haciendo y me vi en uno de los sueños de mi juventud: vivir un musical. No sé cuánto tiempo estuve danzando con ella en el avión pero recuerdo que escuchaba, como a lo lejos, voces diciendo “¡a fuera, a fuera, sácala de aquí, coño!”. El caso es que al final bajamos bailando la escalera y entramos en la ambulancia donde nos abrazamos y besamos como si no hubiera un mañana.
Aquel día tuve varios servicios más y los días siguientes fueron también muy moviditos. Cuando al fin pude llegarme al hospital donde la habíamos ingresado, ya la habían trasladado a su país.
Fue entonces cuando caí en la cuenta de que no había cruzado una sola palabra con ella. No sabía que no era de aquí. Ni siquiera su nombre. ¿Se acordará ella de mí?
Comments