Fuentetaja: Cómo ser un buen marido.
- Ludwig V. Burkes
- 21 feb 2023
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 1 jun 2023
En la práctica de esta decimoséptima semana de curso, de nuevo nos piden ficcionar con nuestras propias experiencias. Esta vez jugando con la segunda persona para poner un poco de distancia con el lector, y para apelar, además, directamente al él, tal y como hace Lorrie Moore en su obra “Cómo hacerse escritora”, que podéis descargar abajo.
Así pues, a su imagen y semejanza, se nos pide que hagamos unas instrucciones sobre algún aspecto de nuestra vida (cómo ser maestra jubilada, cómo ser abuelo primerizo, etc.) o incluso algo más genérico (cómo ser ciudadano europeo en el siglo XXI) donde caben la sátira y la crítica. Siguiendo la tradición académica, daré lecciones sobre lo que no sé, ni creo que sepa nadie.
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Cómo ser un buen marido.
Me temo, querido lector, que pierdes el tiempo leyendo estas mal hilvanadas líneas. Porque, si bien en la mayoría de las empresas que un hombre pueda acometer, la formación, el estudio, el empeño en mejorar son fructíferos, en ésta que nos entretiene ahora, o se nace con las condiciones para ello, o no hay nada que hacer. Lo peor de todo, es que las probabilidades de que uno venga a este mundo con las cualidades requeridas para ser un buen marido son prácticamente nulas.
Pero no quiero zanjar la cuestión con una frase lapidaria, aunque podría, pues mis obligaciones como aprendiz de literato me obligan a extender el texto hasta el millar de palabras y apenas llevamos una centena. Por ello te diré primero qué es lo que no debes confundir con “ser un buen marido” para que no pierdas inútilmente tiempo, dinero y energía.
Ser un buen marido no es ser un buen amante. Sin duda lo segundo es un extra interesante para lo primero, pero ni mucho menos es imprescindible y, además, no se aplica a todos los casos. Si la mujer es fogosa, unas buenas artes amatorias serán de mucha ayuda para sobrellevar el yugo marital pero al final no dirimirán la cuestión de si eres o no un buen marido. Así, si no eres un centauro en la cama, basta con que elijas a una mujer frígida o que te hagas el sueco cuando ella llegue algo más tarde de lo previsto con excusas poco convincentes.
Para ser un buen marido no hace falta tener mucho dinero. Sin duda, todo en este universo tiene su precio y uno debe saber qué es lo que puede pagar. Todos tenemos nuestro presupuesto natural, el nivel de vida con el que nos sentimos cómodos, y tú debes aparejarte con quien comparta presupuesto contigo. Pero todo esto es anterior al matrimonio, por lo que no es una cualidad que discrimine entre buenos y malos maridos, sino entre buenos y malos novios.
La única cualidad necesaria y suficiente para ser un buen marido radica en poder decir con convicción dos palabras cada vez que tu mujer te pida o diga algo, y esas dos palabras son “sí, cariño”. Pero insisto en que deben ser pronunciadas con “convicción”. Las debes sentir en lo más profundo de tu alma, no vale decirlas mecánicamente, con la boca chica. Lo he intentado y no funciona. Ella tiene un sexto sentido que huele la insinceridad a leguas.
Por todo esto te digo que si quieres ser un buen marido, estás condenado a no serlo, porque el buen marido ni sabe que lo es, ni mucho menos que lo debe ser. Ni siquiera pienses que tiene algo que ver con la felicidad. Al igual que al pez no le hace feliz estar en el agua, simplemente lo da por hecho, el buen marido lo es sin notarlo.
Si llegado a este punto aun persistes en tu empeño, te diré el método que he desarrollado intentando desesperadamente refutar mi propia tesis.
En primer lugar, deja todo y peregrina andando descalzo hasta el Monasterio de Rongbuk, al pie del Monte Everest. Allí meditarás en soledad durante dos largos años y tratarás de clarificar tu anhelo ¿De verdad deseas ser un buen marido?
Si pasas la prueba, deberás volver para enrolarte por cinco años en la Legión Extranjera. Allí pondrás a prueba tu capacidad de anulación de la personalidad. Tú no eres nadie, La Legión lo es todo. Harás cuanto te pidan, no con resignación sino con devoción. Estarás dispuesto a perder la vida por tu regimiento con una sonrisa en la boca.
Podría parecerte que superadas las fases anteriores serías capaz de arrojarte al torbellino del matrimonio, pero hasta ahora solo has entrenado tu convicción y tu resistencia. Aunque muy necesarias, no son suficientes aun, porque un buen marido no es el que aguanta a su mujer, sino el que la hace feliz.
Así pues, tras el lustro castrense con los gabachos, es necesario entrenar tu sensibilidad y delicadeza. Debes servir durante un año en la planta de neonatos del hospital más grande de España. Allí tendrás entre tus manos seres fragilísimos a los que deberás tratar con suma ternura en medio de insoportables lloriqueos. No podrás esperar ninguna colaboración por su parte. Todo lo debes dar tú y solo tú, y tu recompensa será verlos dormir plácidamente. Nada más.
Por último, es conveniente que antes de entrar en combate, pongas a prueba tu fidelidad. Para ello deberás trabajar al menos seis meses en una productora porno ayudando a preparar los escenarios, vestir a las actrices, y estar pendiente durante el rodaje de cualquier cosa que surja. Si al final has podido llevar a cabo tu trabajo sin mirar a las chicas, sin sufrir erección alguna, sin desear ardientemente zambullirte entre sus brazos, entonces, hijo mío, te deseo la mejor de las suertes y al toro.
Pero insisto en que este método, aunque bien estudiado en teoría, aún no ha sido puesto en práctica y mucho me temo que no sirva para nada. Por mucho que nos duela a los estudiosos, hay cosas que no se aprenden, misterios insondables, y éste que nos ocupa es el más desconcertante que hayas podido imaginar.
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